10 claves para ser un/a Gran Docente
profesores y las buenas profesoras según Justin Tarte, en su blog
(en inglés) Life on a Educator.
Los/as grandes docentes...
1 - Valoran, sobre todo lo demás, las relaciones con su alumnado:
cuando los y las estudiantes lo necesiten, estará allí para aconsejarles y
ayudarles hasta que no quede ningún otro recurso.
2 - Siempre están buscando maneras de mejorar su práctica
docente y perfeccionar las competencias profesionales; no están
impresionados/as la nueva y resplandeciente herramienta, sino en
la herramienta que realmente mejora el aprendizaje del alumno o
la alumna y su éxito personal, académico y/o profesional.
3 - Esperan y exigen mucho a sus colegas: quieren ser parte de algo
más grande que ellas y ellos mismos. Creen, firmemente, que
a través de la colaboración podemos lograr algo más.
4 - No se preocupan por lo "bien" que hacen las cosas, por
lo "duro que trabajan"... sino por la calidad del aprendizaje de
sus estudiantes y por cómo les han ayudado a crecer. Son capaces
de cambiar el enfoque y mantener la atención de sus alumnos y
alumnas, mostrando empatía.
5 - Pueden justificar y explicar sus decisiones a sus colegas,
a las familias y a los alumnos y alumnas. Nunca hacen las cosas
solamente porque "siempre se han hecho así".
6- Son excelentes conversadores/as. Pueden conseguir un aula
llena de estudiantes debatiendo, con facilidad: son maestros y maestras
de las preguntas y planteamientos que llevan al alumnado a un
nivel superior de reflexión.
7 - Son reflexivos/as y se toman su trabajo como algo personal: cuando
las cosas no salen según sus previsiones, se toman su tiempo para
reflexionar y considerar formas alternativas... para la próxima.
8 - No tienen miedo de pedir disculpas y admitir sus errores: saben
lo importante que es correr riesgos en el aula y que la toma de decisiones
sobre las cosas nuevas, las innovaciones, que aporten al aula
es una gran responsabilidad.
9 - Rara vez se quedan detrás de su mesa, y rara vez se sientan.
Saben que el verdadero trabajo se hace "en las trincheras", y por eso recorre
el aula.
10 - Escogen y eligen sus batallas: lo que es realmente importante y una
prioridad, o lo que no lo es.
"La Mirada que Educa" por Cristóbal Gómez Mayorga
Mirar a los ojos. Difícil tarea. Probad, si no. Mirar a los ojos es mirar al alma sin contemplaciones. Es un reto difícil, pero necesario de los educadores. No hay alternativa. Ni los textos didácticos más sofisticados, ni los programas informáticos más modernos, ni los proyectos educativos más innovadores, pueden sustituir una mirada profunda. Porque los ojos son taladradores que hacen agujeritos en el alma del mirado, y penetra dentro, muy dentro, en todo su ser. Y es por eso que educar es hurgar con la mirada, adentrarse muy hondo, hacerse camino hasta lo más profundo y crear un huequito en las entrañas de nuestro alumnado. Aunque nos empeñemos una y mil veces en explicar con la voz, que atraviesa los oídos sin apenas detenerse un instante en la mente, la mirada vale más que mil palabras.
Primero vemos al otro con deseo y ayudamos a construirlo. Luego, una vez construido, miramos hacia el mundo. Y el otro, urgido por nuestra mirada, ve y va hacia donde miramos. Es así cómo el camino de lo mirado se convierte en el sendero de lo educable.
¡ Cinco ideas para
jugar con los libros y con los niños !
Un libro en manos de un niño lo puede llevar a volar por
mundos de fantasía, de imaginación, de magia... y llegar a transformar este
encuentro en un verdadero torbellino de sensaciones, de voces y ruidos. Es que
un libro es también una gran herramienta de juego, y como tal, tiene que estar
presente en la vida de un niño desde su nacimiento.
Cinco ideas para jugar con los libros y con los niños
El
juego de las voces
Cualquier cuento por
pequeño que sea puede trasformarse en un juego de voces y
ruidos.
Dibuja la historia
Sólo se necesitan lápices de colores, cartulinas y un narrador. El juego consiste en que los niños
y niñas representen las distintas tramas del cuento: el principio, el nudo y el
desenlace.
Haciendo teatro
Es hora de sacar del baúl
de los recuerdos: un sombrero, unos guantes, collares de plástico, cinturones o
un chaleco. Cualquier ropa antigua será el perfecto disfraz,
también ayudará un set de maquillaje infantil para caracterizar unos bigotes,
una cicatriz o unos coloretes.
El súper detective
Si lo que se quiere es
desarrollar su atención, sólo hay que proponerles que sean un "Súper detective". El juego consiste en buscar pistas
secretas: pueden ser colores, palabras que empiecen por la "A", la
"B", palabras en plural, en
femenino, en masculino, palabras que se escriben
con "H".
Inventando o creando otro final
Seguro que hay algún
libro con un final poco divertido, así que la solución es tratar de inventar
entre toda la familia el desenlace perfecto. Cada uno
aporta su idea y entre toda la familia se decide que "trocito de
historia" es el mejor. Es una forma de conversar sobre un libro: los personajes,
el contexto, las distintas situaciones, etc.
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¡ Ser un/a buen/a hermano/a !
Una de las cosas que más
pueden molestar a los padres son esos momentos en que sus hijos comienzan
a pelear por cualquier cosa. Por ejemplo cuando: estás jugando con tus hijos y
todo parece ir bien, pero te alejas un segundo para hacer la comida, atender
una llamada o poner una lavadora y comienza esa musiquita de fondo que tanto
nos irrita: 'eso es mío, dame mi juguete, a que te pego...' Cualquier nimiedad
se convierte en un objeto de pelea y discusión entre hermanos.
5 trucos para enseñar a los hermanos a llevarse bien
1. Enseñarles a pedir perdón.
2. Aprender a compartir.
3. Estimula el diálogo y la charla entre hermanos.
4. Enseñar el valor de la empatía.
5. Enseñar el respeto.
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¡ La Yegua que Escapa !
En el norte de China hay una gran muralla, una muralla de miles de kilómetros que separa las grandes ciudades de las llanuras y los pastos que regentaban muchos pueblos nómadas, que vivían yendo de aquí para allá y que, por eso, eran especialmente hábiles con sus caballos y les tenían mucho aprecio, tanto, que los llegaban a considerar una gran fortuna o, incluso, la mayor fortuna de todas.
Sai Weng era un granjero que tenía la mejor yegua de la zona. Era una yegua fuerte, marrón con una crin impecable y ojos brillantes.
Una mañana, cuando Sai Weng salía de casa, se percató que la yegua no estaba. La cuerda con la que la ataba cada mañana estaba rota, y no sabía si la yegua se había escapado o, por el contrario, se la habían robado.
Fue igualmente al pueblo y la verdulera le pregunto:
- “¿Tienes a tu yegua enferma? ¡No te veo montando en ella!”
- “Esta mañana me he despertado y mi yegua no estaba. La cuerda con la que la ato, se había roto” – le contestó tranquilamente.
Pero Sai Weng no se veía triste, mantenía la cara tranquila y serena de siempre.
Pronto corrió la noticia y todos se apenaban por Sai Weng. “Pobre Sai Weng, lo tiene que estar pasando muy mal”, decían, “pero es muy fuerte y no lo demuestra”.
Finalmente el herrero se dirigó a Sai Weng y le comentó “Haces bien de sonreír, pero sabemos que tu corazón soporta una pena terrible, ya que perder a tu yegua es lo peor que te podía pasar”.
Sai Weng, amablemente, contestó: “¿Y quién puede decir si es una desgracia o un golpe de buena suerte?”
La verdad, es que Sai Weng tuvo razón. Un mes después que su yegua partiera, se oyeron unos golpes en su puerta. Al abrirla, se encontró Sai Weng con su yegua, sana y salva. Pero además no había venido sola. Un caballo blanco de porte majestuoso se había unido a ella.
Ahora Sai Weng era la envidia del pueblo. Ahora no sólo tenía uno, si no dos magníficos
caballos. En el pueblo, el herrero le dijo “Mira Sai Weng que estábamos todos apenados por ti, ¡y resultó que eras el hombre más afortunado de la tierra!”.
Sai Weng, calmado, le contestó de igual manera: “¿Y quién puede decir si esto es buena o mala suerte?”.
No tardó mucho en descubrirlo. Al llegar a casa se encontró que su hijo había intentado montar el caballo blanco y éste se había resistido, tirándolo al suelo y rompiéndole una pierna en la caída. Cuando vino el doctor, se lamentaba “Esto si que es mala suerte, pobre chico, tardará un tiempo en recuperarse”. Sai Weng, muy tranquilamente le contesto:
“¿Y quién puede decir que esto es buena o mala suerte?”
Efectivamente, no tardó mucho en tener Sai Weng otra vez razón. Una terrible noticia recorrió el pueblo. Había estallado la guerra y el reclutador del emperador venía a llevarse a todos los chicos en edad de luchar.
Y así lo hizo, reclutó a todos menos al hijo de Sai Weng, cuya pierna rota le libró de ir a la batalla.
Y ahora sí que era la auténtica envidia del pueblo. Le decían “Qué buena suerte has tenido. Tu hijo sobrevivirá y te cuidará cuando seas mayor”.
A lo que Seng Wei contestó: “¿Y quién puede decir si esto es buena o mala suerte?
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